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Red Internacional

La legendaria banda británica hizo temblar Buenos Aires, el mejor post partido de la selección de fútbol argentina y acá te contamos porqué.

Miércoles 14 de diciembre de 2022
Fotomontaje: Daniel Lencina

El pitazo final del tano Daniele Orsato fue el detonante de una arrolladora brisa de alegría. Argentina venció a Croacia por 3 a 0 y se metió en la final de la Copa del Mundo. En un bar, en el laburo, en la calle, en todas partes la gente se abraza, saca fotos, llora y se vuelve a abrazar con cualquier desconocido.

Es martes 13 y desde hace meses tengo la entrada para ver a Judas Priest, la legendaria banda británica de Heavy Metal. No me lo podía perder pero… jugó Argentina en la previa y como toda previa tenía que ser a lo grande. A tal punto que estoy cerca de Panamericana y 202, que pronto se va llenando. La gente sube a la Pana, el Gendarme no sabe qué hacer, se ve desbordado ¿habrá represión? ¿se puede ser tan gorila y reprimir en un día de festejo? No esta vez por la Zona Norte, aunque sí en las inmediaciones del Obelisco. La gente copa la Panamericana, arriba y abajo del puente, por todas partes y todo es una fiesta porque se siente el clásico de clásicos: “el que no salta es un inglés”, con todo el simbolismo político que eso significa aún 40 años después de la Guerra de Malvinas. La gente sigue trepando y me recuerda a los días de la lucha de los trabajadores de la autopartista Lear, allá por 2014. Faltó que alguien cante “La Pana es nuestra”. La próxima será.

En la previa tocó Horcas, banda que en esta ocasión no pude ver porque estaba en la Pana festejando el triunfo de la selección. ¡Perdón Walter Meza! Che, si alguien lo ve que le avise.

El estadio Movistar Arena, colmado por millares de almas, fue testigo de una gran presentación que pasadas las 21hs empezaba a sonar con la Intro "The Hellion’’ para encender al público con "Electric Eye". El público, enardecido, danzaba como Julián Álvarez en el 2 a 0 ante Croacia y parecía flotar en el aire.

Todo fue un delirio porque no solo tocaron grandes hits de la actual gira llamada “50 aniversario”. Un repertorio de lujo fue acompañado por una escenografía que simulaba todo lo industrial, peligroso y metálico que puede tener una fábrica. Desde una caldera a unos cables conectados a un tablero, pasando por tres barriles de 200 litros, seguramente cargados de puro combustible del rock. No es para menos porque la banda que en 1974 lanzó al mundo su primer álbum “Rocka Rolla” es oriunda de Birmingham, uno los arrabales proletarios de Inglaterra.

Y si de Inglaterra hablamos, los creadores del fútbol profesional, tenemos que recordar que este concierto se llevó adelante cuando todavía no bajaba la emoción de la semifinal. Y Halford, el cantante lo sabía muy bien. Exactamente al final del temazo “Turbo Lover”, mientras se apagaban los acordes y las luces, detrás de la batería aparecía la foto de Messi, luciendo la celeste y blanca, mirando al cielo. Estremecedor. No encuentro otra palabra.

Foto: Rob Halford, vocalista de Judas Priest

Así como Ronnie James Dio cantaba el tema "Heaven and Hell" y una luz roja enfocaba su rostro en plena oscuridad y asi como Iron Maiden con el tema homónimo preparando la salida a escena de Eddie, la mascota-bestia de la banda, para “amenazar” y jugar con los músicos y el público; Judas Priest supo construir en el tiempo ese momento épico. El público lo sabe, porque se escucha la atronadora moto de Rob Halford, que conduce con la fusta en la boca, mordiéndola entre los dientes mientras estaciona suavemente y empieza a sonar "Hell Bent For Leather". Mientras tanto una bandera LGTBIQ+ se agita en el pogo, bandera que orgullosamente identifica al vocalista.

El final llegó muy rápido y eso pasa cuando el concierto que acabas de ver fue muy bueno. Desde sus primeros discos y el mítico “Painkiller” hay toda una gama de colores que ofrece Judas, como los de arco iris, llena de matices que pintan esa obra de arte. Y así como se escucha la banda en estudio lo transmiten en vivo aunque no igual, sino mil veces mejor.

La banda saluda, tiran las púas, el público se emociona. Las luces se encienden y lentamente el estadio empieza a vaciarse. Pero a alguien se le ocurre cantar “el domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar….” y el estadio vuelve a estallar como antes del partido digo, como antes de este concierto histórico.


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